19 de noviembre de 2025
La muestra Paisajes cercanos del Museo de Bellas Artes de Álava, ubicado en el palacio Augustín-Zulueta de la señorial Senda de Fray Francisco de Vitoria, nos permite viajar a través de los más preciados parajes de su colección.
La pintura de paisajes

Peñas y nubes (Albéniz) (1923), Fernando de Amárica. Fuente: Museotik.
La pintura de paisajes, entendida como la representación visual de escenas naturales, ha estado presente a lo largo de toda la Historia del Arte. Desde paisajes realistas con montañas, ríos, tormentas o mares embravecidos, hasta paisajes urbanos llenos de calles, edificios, plazas concurridas, el movimiento de los carros y el humo de las fábricas, este género artístico ha evolucionado de manera constante.
Hoy en día, el mundo del paisajismo en la pintura es especialmente diverso y refleja distintas miradas, técnicas y épocas. Esta exposición reúne una cuidada selección de obras que permiten descubrir de primera mano la fascinante evolución de la pintura de paisajes a lo largo de los siglos.
Del academicismo al impresionismo

Cárcel de Vitoria (1861), Juan Ángel Sáez. Fuente: Museotik.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX se da un amplio desarrollo de la pintura de paisajes realizados de una forma academicista, con obras de gran precisión y detallismo. Son habituales los paisajes urbanos como los que decoran la primera sala de esta exposición temporal bajo el título «Del academicismo al impresionismo», como Cárcel de Vitoria (1861) de Juan Ángel Sáez o Vista de la plaza vieja de Vitoria (c. 1885) de Albert Joseph Franke.
Con el paso del tiempo, aquel orden y precisión iniciales fueron dando lugar a una representación más natural, expresiva y libre de la naturaleza, donde la pincelada gana protagonismo sobre la línea y anticipa el estilo impresionista de finales de siglo.

Infancia de un rey. Playa de San Sebastián (1893), Darío de Regoyos. Fuente: Museotik.
En esta evolución destaca la presencia del artista asturiano Darío de Regoyos, del que sobresale Infancia de un rey. Playa de San Sebastián (1893), un magnífico ejemplo de su etapa puntillista. En esta pintura, Regoyos captura una de las estampas más reconocibles de la bahía de San Sebastián, con el monte Igeldo, la isla de Santa Clara y la familia real junto a su emblemática caseta, creando una escena luminosa que sintetiza a la perfección su mirada sobre el paisaje.
Tradición y vanguardia hasta la Guerra Civil

Bosque en otoño (1917), Enrique Nieto. Fuente: Museotik.
Hasta la Guerra Civil, numerosos pintores desarrollaron una intensa actividad paisajística influida por las corrientes europeas. Artistas como Fernando de Amárica, Pablo Uranga, Felician von Myrbach, Enrique Nieto o Gustavo de Maeztu incorporaron estilos que iban del postimpresionismo al puntillismo, explorando tanto paisajes rurales como urbanos. Sus obras reflejan la diversidad del territorio con bahías, montes, rías, puentes y pueblos, y muestran una evolución hacia una pincelada más libre, colores vibrantes y composiciones cada vez más personales.

Tiovivo (1935), Teodoro Dublang. Fuente: Museotik.
A su vez, aparecerá una nueva generación de pintores, entre los que destacan Antonio de Guezala, Narkis, Ángel Cabanas, Mauro Ortiz de Urbina, Aurelio Vera-Fajardo o Teodoro Dublang. Influenciados por las vanguardias y las tendencias modernas, combinarán enfoques clásicos con elementos propios del cubismo, fauvismo o expresionismo. Sus obras capturan escenas costeras, montañosas y urbanas con estilos que dejan un importante testimonio visual de Euskadi a principios del siglo XX.
Un nuevo escenario

Vitoria desde Arriaga (1941), Ángel Sáenz de Ugarte. Fuente: Museotik.
Una vez finalizada la Guerra, hubo artistas que siguieron con un impresionismo tardío, como Jesús Apellániz, Ángel Sáenz de Ugarte o Emilio Ibargoitia ejemplifican esta transición, manteniendo la tradición del paisaje, ya fuera desde una visión más clásica o desde un postimpresionismo más libre.

Astilleros de Ondárroa, Nicolás Martínez Ortiz de Zárate. Fuente: Museotik.
Mientras tanto, pintores como Jesús Basiano, Víctor Landeta, Nicolás Martínez Ortiz de Zárate, Santiago Uranga, Ascensio Martiarena o Gaspar Montes incorporaron influencias que iban del fauvismo al cubismo, reflejando tanto escenas rurales como urbanas, y adaptando el paisaje a lenguajes plásticos cada vez más modernos.

Los camineros de Sobrón (c. 1955), Gerardo Armesto. Fuente: Museotik.
Será a partir de los años 50 cuando una nueva generación de artistas y colectivos como la Peña de Pintores del Casino Artístico y el Grupo Pajarita impulsen la renovación estética en Álava. Artistas como Gerardo Armesto, Ángel Moraza y Enrique Suárez Alba introdujeron una visión más expresiva del paisaje, con composiciones sintéticas, color vibrante y un creciente interés por los cambios urbanos e industriales. La evolución culmina con aportaciones como las de Menchu Gal o Benjamín Palencia, que afianzaron la modernización del género.
Así pues, Paisajes cercanos es un interesante recorrido a través de la pintura de paisaje y su transformación entre la segunda mitad del siglo XIX y los años sesenta del siglo XX. Como se puede ver en las obras seleccionadas, se trató de un largo camino en el que se fueron adaptándose a las corrientes artísticas contemporáneas sin perder su arraigo territorial. Disponible hasta el 12 de abril de 2025, ¡no te lo pierdas!